miércoles, 2 de abril de 2008

Réquiem por un fumador

A la memoria de Arturo Carranza

No, querida
mejor ahí la dejamos
para qué nos hacemos
ya me están llamando
ya no soy ningún niño
ni tú una niña,
prefiero quedarme con esa imagen:
―te ves tan guapa en tu vestido de novia
con tu ramo y tu cabellera blanca y reluciente―
te prefiero así eterna
inmaculada y blanca
y yo de negro
por última vez,
tan negro como mis pulmones,
recuérdame así eterno
de luto
y hasta que nos volvamos a ver
yo te espero.

No, querida
no llores más
guarda tus lágrimas
que al fin y al cabo
acá el tiempo no es tiempo
y el fin sólo un comienzo,
mientras yo te espero
eterno
mientras diles a todos
que sigan la fiesta
no hay por que estar tristes;
la muerte es un comienzo,
mientras dile a mi madre
que yo así lo decidí.

No, querida
no desesperes
guarda bien ese vestido
que las campanas sonaran de nuevo
para ti
y para mí
de nuevo,
y aférrate a ese anillo
y al ramo de flores
que pronto volveremos a ser niños,
la luz será nuestro testigo;
y por favor
no olvides la cajetilla
que dejé en el cajón de mi buró.

Por último, querida
perdón en nombre de mi corazón
tu belleza lo desmoronó.

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