miércoles, 1 de octubre de 2008

Casualidad de un encuentro

Ella se conjugó con marzo y una larga serie de decisiones mal tomadas. Cuando le pregunté de dónde era me contestó que de una película. Quise pensar que se trataba de una broma, o del efecto del micropunto morado, pero en su rostro se leía una seriedad reptílica que me disuadió de preguntarle de qué año. No me quise arriesgar a que se ofendiera. Me hubiera quedado solo, apartado del reven, mirando al horizonte como pendejo, como siempre.
Al principio me pareció increíble que me dirigiera la palabra. Pensé que tal vez ya me había tronado el casco por completo. Pero al parecer era telépata, pues contestó que no, que no estaba alucinando, que era real. Para comprobarlo me hizo pasar un dedo por su fría piel. Todos mis sentidos activaron sus alarmas. Y yo callado, como pendejo, sin nada más interesante que decir que “¿y….. de dónde eres?”.
No recuerdo qué otras estupideces le dije, mi atención recaía enteramente sobre sus ojos negros, su piel tersa y escalofriante, su sonrisa tan a la Gioconda, la manera en que parecía entenderlo todo, y, sobre todo, en tratar de recordar en qué película la había visto antes. A pesar de ello, por alguna extraña y psicotrópica razón, no paraba de contarle, con todo lujo de detalles, cómo es que había llegado desde Matehuala hasta allí: a esa fiesta equinóccica a escasos metros de las pirámides de Teotihuacán.
Ella sólo asentía con la cabeza, parada sobre una roca, escuchando. Parecía esperar su turno para hablar.
No hay manera de expresar la sensación que experimenté cuando dijo que yo era único, que no tuviera miedo, que este monstruo de ciudad me protegería, siempre y cuando fuera a rendir tributo y sacrificio a la pirámide del Sol.
─Te están llamando ¿no es así? ─me preguntó─. Escúchalas.
─¿Me acompañarías?
─No puedo.
─Pero… Si me voy de la fiesta mis amigos se largan sin mí, y no sé cómo regresar a mi casa desde acá.
─No necesitas casa.
─Pero…
─No necesitas nada. Sólo haz lo que te digo.
Su mensaje se asentó en mi psique; no sólo fueron sus palabras, de alguna extraña manera tenía la capacidad de decir más de lo que hablaba, como si transfiriera información por medio de sus ojos. Bluetooth psicobiológico.
En un estado de somnolencia hipnótica pude ver cómo se alejaba lentamente por entre las rocas. Mis ojos fijos en el vaivén que dibujaba su sugestiva cola. Quise detenerla, acariciar su rostro, preguntarle si la volvería a ver, pero ya sabía la respuesta.

Llegué a la Avenida de los Muertos minutos después de que saliera el sol y el lugar ya estaba repleto de gente vestida de blanco. A lo lejos se escuchaba el eco de tambores. Un penetrante aroma a mirra se mezcló con los últimos efectos del micropunto y mis temores y dudas desaparecieron.
El viento matinal me golpeaba la cara sobre la pirámide del Sol; aún podía escuchar su voz siseante dentro mis sienes.
Hice lo que ella me dijo: tomé al primer niño que encontré y lo lancé por las escalinatas. Nadie me escuchó cuando traté de explicar que nuestros Dioses estaban hambrientos. Nadie me escuchó dar las gracias a la sabia lagartija mientras mis miembros eran lanzados por los aires y mi sangre bañaba el centro de la pirámide del Sol.

2 comentarios:

Yzakramirez dijo...

nuestro mentor y maestro, Blue Panter, ha perdido su faz que lo hizo famoso... el Pancracio esta de Luto

saludos!!

alejandra dijo...

últimamente el pasado te visita más seguido, será que... ?